Cada que se llega a hablar de emociones, se suele tomar gran énfasis dentro del sistema límbico, ya que como sabemos, dentro del mismo es donde se generan las respuestas fisiológicas ante las diversas emociones, es decir se encarga de producir el sudor ante una situación de nerviosismo o ponerte pálido cuando te encuentras frente a un perro de gran tamaño o temblar cuando le hablas a la chica o chico que te gusta etc. Sin embargo, se ha dejado de lado a una parte esencial dentro de la conducta emocional: las amígdalas cerebrales.
La amígdala es una estructura subcortical situado en la parte interna del lóbulo temporal medial. Este elemento posee conexiones con la gran mayoría del encéfalo, siendo un núcleo de especial relevancia que puede afectar al conjunto del sistema nervioso y en la funcionalidad del organismo. Además, de todas las estructuras subcorticales, la amígdala es la que se ha relacionado de un modo más consistente con la emoción, tanto en animales como en humanos (LeDoux, 1993).
Funcionalmente, la amígdala está considerada como una estructura esencial para el procesamiento emocional de las señales sensoriales, ya que recibe proyecciones de todas las áreas de asociación sensorial. Además de las proyecciones corticales procedentes de las distintas áreas de asociación sensorial, la amígdala también recibe aferencias talámicas (Le Doux, 1987). Esto quiere decir que el conjunto de proyecciones, provenientes tanto del tálamo como del córtex cerebral, hacia la amígdala, es lo que posibilita que se dote de un significado afectivo a las características estimulares.
Mediante las conexiones tálamo-amígdalas se producirá un procesamiento con significado afectivo de las características estimulares sensoriales muy simples mientras que, a través de las conexiones tálamo-corticales, se produciría el procesamiento de estimulación, pero, sin componentes afectivos. Por el contrario, mediante las conexiones córtex-amígdalas se dota a la información compleja (razonamiento), elaborada en la corteza cerebral, del componente emocional. El orden temporal en el que tiene lugar la activación de cada una de estas proyecciones es diferente, sugiriéndose que puesto que la vía tálamo-amígdala es más corta y se activa antes que la tálamo-córtex, las características estimulares más simples activaran previamente los circuitos emocionales amigdalinos, preparando a esta estructura para recibir la información más compleja y elaborada procedente de la corteza y entonces, dotarla de su componente emocional (LeDoux, 1989). Es decir, en esta relación córtex-amígdalas se les da a las emociones un sentido lógico y razonable o viceversa, al sentido lógico y razonable se le da un enfoque emocional.
Gracias a la importancia y complejidad de los procesos con los que se relaciona al permitir la realización de conductas que respondan a las sensaciones que producen las percepciones. La amígdala es una estructura compleja y vital para la supervivencia, y su participación está vinculada en gran cantidad de diversos fenómenos psicológicos y fisiológicos, teniendo como aspectos principales a:
La agresividad: La amígdala también se encuentra vinculada a la agresividad. Los estudios realizados hasta el momento indican que un mal funcionamiento de ésta puede provocar la pérdida de reacciones de agresividad y autodefensa, mientras que una hiperestimulación del complejo amigdalino provoca reacciones extremadamente agresivas y violentas.
Otro aspecto bastante relevante es que aun nivel filogenético, este núcleo ha permitido la supervivencia de nuestra especie, dado que es el que permite que podamos reaccionar tras percibir un estímulo potencialmente amenazador para la integridad física, estimulando o inhibiendo la respuesta de lucha/huida. De hecho, lesiones en la amígdala pueden provocar pérdida del miedo, con todas las repercusiones que la ausencia de este sentimiento puede suponer.
La inhibición de conductas: esto gracias al proceso completo que se da desde los sentidos, la amígdala, el tálamo y el córtex cerebral. Haciendo más razonable nuestra forma de reaccionar, evitando conductas de riesgo, sin embargo, en ocasiones la agresividad o miedo pueden emitir una reacción automática, evitando que todo el proceso se lleve a cabo y actuando más por impulso que por racionalidad.
El aprendizaje emocional: Esta estructura permite la elección de estrategias a aplicar ante la presencia de estímulos, así como detectar situaciones en que dichas estrategias son también aplicables. Esto es debido a que la vinculación entre emoción, cognición y, motivación vinculan los propios objetivos a sentimientos concretos. Pero, cuando no se cuenta con ese tipo de aprendizaje, será más complicado saber cómo reaccionar de forma inmediata llegando a tener una respuesta retardada y/o poco acorde al contexto.
La estructuración de recuerdos: Esto es debido a la asociación de recuerdos con estados emocionales, que permiten una mayor conexión y fijación del material a recordar, permitiendo su consolidación. Incluso cuando el hipocampo falla y no permite almacenar ciertos recuerdos, la amígdala permite que se preserve un cierto recuerdo emocional de una situación, por lo cual es posible, que se tenga mucho miedo a situaciones particulares, sin recordar claramente el por qué, teniendo más probabilidad de actuar ante ello de una forma más agresiva o dócil. (Mimenza, s. f.)
No cabe duda que las amígdalas tienen gran influencia dentro de nuestro comportamiento, sin embargo se les ha asignado una importancia particular dentro de las respuestas de agresividad y miedo esto gracias a que en humanos, la participación de la amígdala en la conducta emocional se ha estudiado a partir tanto de pacientes con afectación amigdalina como de sujetos neurológicamente normales mediante el empleo de técnicas de neuroimagen funcional y de acuerdo con diversos estudios, la extirpación de la amígdala se ha empleado en humanos con fines terapéuticos, en concreto para reducir la agresividad, violencia e hiperactividad (Aggleton y Mishkin, 1986). Tras la extirpación de esta estructura es más difícil provocar miedo y agresividad en el paciente, apareciendo una disminución significativa de la hiperactividad, la cual alcanza niveles similares a los observados en sujetos normales, y un aumento del control emocional (Halgren, 1981). En este sentido, Lee et al. (1998) informaron que la extirpación bilateral de la amígdala reducía el número de episodios agresivos en dos pacientes que padecían una agresividad intratable farmacológicamente, aunque, no obstante, continuaban presentando dificultades para controlar algunos de estos episodios (Román & Navarro, 2004) , mientras que como lo mencionamos con anterioridad su hiperestimulación provoca reacciones extremadamente agresivas y violentas.
El hecho de que la lesión bilateral de la amígdala produjese un efecto tanto de docilidad y sosiego como una reducción en el nivel de activación autónoma, es interpretado en el sentido de considerar a la amígdala como una estructura encargada de mediar estos efectos en humanos.
Hablar de estructuras cerebrales es bastante complejo, y aunque pueden existir variaciones en diversos procesos, lo que sí parece estar bastante claro es que la amígdala es necesaria para responder de un modo estereotipado y universal a los estímulos que engendran o señalan peligro, siendo su finalidad, la de preparar al organismo de forma rápida para entrar en acción, sin necesidad de que éste deba realizar un procesamiento cognitivo complejo (Paradiso et al., 1999).
Al realizar estudios criminológicos esto puede ser de utilidad, pues, en situaciones la agresividad con la cual responde una persona se debe a algo más allá de factores externos, incluso podríamos entender el porqué de ciertas conductas que podrían ser definidas como “exageradas”, ya que, a veces esto depende de nuestro mismo instinto de supervivencia y no es que la persona busque como tal dañar a la otra persona, sino que lo único que busca en ese instante es mantenerse a salvo. También, podríamos tener otra explicación en casos donde existe dentro de la persona un nivel muy marcado de agresividad, aunque claro esta solo una de varias, ya que, esto no quiere decir que solo porque alguien tenga niveles altos en conductas agresivas, tiene dañada las amígdalas cerebrales o un problema en el proceso amígdalas-córtex cerebral.
Referencias
Mimenza, O. C. (s. f.). Amígdala cerebral: estructura y funciones. Recuperado a partir de http://psicologiaymente.net/neurociencias/amigdala-cerebral
Román, F., & Navarro, J. P. S. (2004, diciembre). Amígdala, corteza prefrontal y especialización hemisférica en la experiencia y expresión emocional. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia. Recuperado a partir de www.um.es/analesps