CARACTERÍSTICAS DE PERSONALIDAD DEL DELINCUENTE
EL DAÑADOR
LIC. ISHIAR RAMÍREZ ÁLVAREZ
LIC. EN CRIMINOLOGIA/PERITO EN CRIMINALISTICA DE CAMPO/ C&C/IF
PIEDRAS NEGRAS COAHUILA MEXICO
La conducta de daño consiste en destruir, inutilizar o de cualquier modo dañar un objeto ajeno.
En esta figura también son múltiples las circunstancias relacionadas con el lugar, modo e instrumentos utilizados para dañar. La conducta de dañar puede ser dirigida a:
a) Bienes de uso público, por ejemplo: plazas, paseos, estatuas, bibliotecas, etc.
b) Propiedades particulares, casas muebles, automóviles, etcétera.
LIC. EN CRIMINOLOGIA/PERITO EN CRIMINALISTICA DE CAMPO/ C&C/IF
PIEDRAS NEGRAS COAHUILA MEXICO
La conducta de daño consiste en destruir, inutilizar o de cualquier modo dañar un objeto ajeno.
En esta figura también son múltiples las circunstancias relacionadas con el lugar, modo e instrumentos utilizados para dañar. La conducta de dañar puede ser dirigida a:
a) Bienes de uso público, por ejemplo: plazas, paseos, estatuas, bibliotecas, etc.
b) Propiedades particulares, casas muebles, automóviles, etcétera.
El daño puede cometerlo un individuo o un grupo. Aquí se acentúa la diferencia en cuanto a los objetivos y el significado que adquiere la conducta. Si la realiza un grupo el daño se produce por lo general en el transcurso de una manifestación y la conducta constituye una protesta o implica una reacción de determinadas agrupaciones, ante un sistema de gobierno, etc. La conducta de destruir es un modo de exhibir, de mostrar la fuerza del grupo. El lugar dañado o atacado es un objeto sustituto, debido a que la institución que agreden simboliza el objeto que desean realmente atacar. Por lo general este tipo de daño tiene motivaciones de índole política.
El daño también se da en las instituciones penitenciarias, es frecuente que los internos se amotinen y destruyan todos los elementos materiales que contiene el dormitorio donde están alojados. Esta conducta es común en centros correccionales de menores.
La conducta de daño realizada por un individuo está dirigida a objetos que pertenecen a personas con las cuales dicho individuo tiene cierta relación, por ejemplo: romper la puerta del vecino que no lo saluda, o los vidrios de un negocio cuyo dueño no le vende cerveza, o en una discusión familiar destruir objetos muebles. La conducta reviste un carácter patológico cuando la agresividad es orientada indiscriminadamente.
Otra conducta delictiva que puede considerarse como expresión de una particular forma de agresividad destructiva es la del incendio. El individuo encuentra una especial satisfacción al asistir a un incendio provocado por él En la piromanía, la vida humana no está directamente amenazada y más que al atentado contra el bien público o privado apunta al fin emocional que causa el incendio, que puede acarrear una catástrofe. El incendio voluntario tiene un aspecto de megalomanía, pues comporta el simbolismo del fuego.
La psicología del pirómano aclara considerablemente este aspecto vinculado a los símbolos de suerte y desgracia, de seguridad vital y de miseria, que es la posibilidad de provocar destrucción.
Existen los incendios por venganza cuya patología mental explica la enorme desproporción entre el agravio y la catástrofe producida. Hesnard examinó un cierto número de pirómanos y observó que en las regiones donde se extienden bosques de pinos, son frecuentes los incendios malintencionados que a veces se dan epidémicamente. En cierta ocasión, habían sido realizados por jóvenes de 12 a 18 años. Al ser interrogados, relata Hesnard, respondían con aire turbado, que ignoraban porqué habían prendido el fuego, que se habían sentido empujados a provocarlo. Algunos a los que había impresionado la visión de un incendio, habían querido reproducirlo. Era una especie de curiosidad por un espectáculo grandioso y terrible. Se encuentra en el pirómano el instinto de poder, el afán egocéntrico de aniquilación que se aproxima psicológicamente a la tendencia de anular al otro, pero orientado, no ya al hombre (el rival, el enemigo, el obstaculizador) sino más bien hacia un objeto grandioso y que incita su necesidad de afirmarse: la casa, la granja, el bosque.
El objetivo del ladrón es el objeto de valor, del bien ajeno, símbolo de poder, por lo que tiene de revalorizado. En el pirómano, es la magia del fuego, este móvil, capaz de destruir. En el incendiario volvemos a encontrar bajo una forma particular de acto mágico, cargado de consecuencias, la omnipotencia que el delincuente busca inconscientemente en la destrucción y que impone como suprema afirmación narcisista y sádica de sí mismo.
Hemos observado que la conducta del dañador es impulsiva destructiva, pero dirigida hacia objetos y no hacia personas.
El desplazamiento es un mecanismo psicológico median-te el cual una carga afectiva se transfiere de un objeto verdadero (persona odiada) a un elemento sustituto (casa de la persona odiada). Es decir, que las características de un objeto (persona) se propagan a otros objetos (pertenencias de esa persona).
El daño también se da en las instituciones penitenciarias, es frecuente que los internos se amotinen y destruyan todos los elementos materiales que contiene el dormitorio donde están alojados. Esta conducta es común en centros correccionales de menores.
La conducta de daño realizada por un individuo está dirigida a objetos que pertenecen a personas con las cuales dicho individuo tiene cierta relación, por ejemplo: romper la puerta del vecino que no lo saluda, o los vidrios de un negocio cuyo dueño no le vende cerveza, o en una discusión familiar destruir objetos muebles. La conducta reviste un carácter patológico cuando la agresividad es orientada indiscriminadamente.
Otra conducta delictiva que puede considerarse como expresión de una particular forma de agresividad destructiva es la del incendio. El individuo encuentra una especial satisfacción al asistir a un incendio provocado por él En la piromanía, la vida humana no está directamente amenazada y más que al atentado contra el bien público o privado apunta al fin emocional que causa el incendio, que puede acarrear una catástrofe. El incendio voluntario tiene un aspecto de megalomanía, pues comporta el simbolismo del fuego.
La psicología del pirómano aclara considerablemente este aspecto vinculado a los símbolos de suerte y desgracia, de seguridad vital y de miseria, que es la posibilidad de provocar destrucción.
Existen los incendios por venganza cuya patología mental explica la enorme desproporción entre el agravio y la catástrofe producida. Hesnard examinó un cierto número de pirómanos y observó que en las regiones donde se extienden bosques de pinos, son frecuentes los incendios malintencionados que a veces se dan epidémicamente. En cierta ocasión, habían sido realizados por jóvenes de 12 a 18 años. Al ser interrogados, relata Hesnard, respondían con aire turbado, que ignoraban porqué habían prendido el fuego, que se habían sentido empujados a provocarlo. Algunos a los que había impresionado la visión de un incendio, habían querido reproducirlo. Era una especie de curiosidad por un espectáculo grandioso y terrible. Se encuentra en el pirómano el instinto de poder, el afán egocéntrico de aniquilación que se aproxima psicológicamente a la tendencia de anular al otro, pero orientado, no ya al hombre (el rival, el enemigo, el obstaculizador) sino más bien hacia un objeto grandioso y que incita su necesidad de afirmarse: la casa, la granja, el bosque.
El objetivo del ladrón es el objeto de valor, del bien ajeno, símbolo de poder, por lo que tiene de revalorizado. En el pirómano, es la magia del fuego, este móvil, capaz de destruir. En el incendiario volvemos a encontrar bajo una forma particular de acto mágico, cargado de consecuencias, la omnipotencia que el delincuente busca inconscientemente en la destrucción y que impone como suprema afirmación narcisista y sádica de sí mismo.
Hemos observado que la conducta del dañador es impulsiva destructiva, pero dirigida hacia objetos y no hacia personas.
El desplazamiento es un mecanismo psicológico median-te el cual una carga afectiva se transfiere de un objeto verdadero (persona odiada) a un elemento sustituto (casa de la persona odiada). Es decir, que las características de un objeto (persona) se propagan a otros objetos (pertenencias de esa persona).
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