''EL MOCHA OREJAS"
Caso Arizmendi
Caso Arizmendi
El martes 18 de agosto de 1998 fue capturado Daniel Arizmendi, hasta el momento de su detención el criminal más buscado y sanguinario de México. Él confesó haber obtenido entre 150 y 160 millones de pesos mexicanos como pago por la comisión de 21 secuestros (aunque se le atribuyen entre 40 y 200 secuestros) y que su banda mató a dos de los secuestrados por no haber pagado el rescate y a una tercera persona durante el intento de secuestro. Arizmendi fue conocido como «El Mochaorejas» porque a los secuestrados él mismo les cortaba con tijeras de pollero una de las orejas o a veces ambas, que luego enviaba a los familiares, para presionar a estos en el pago del rescate. Además se declaró autor de la muerte de tres de sus cómplices. A continuación se adjunta un fragmento de la entrevista que se le realizó para el programa «Chapultepec 18», emitido el
22 de agosto de 1998:
22 de agosto de 1998:
—¿No está usted arrepentido de haber asesinado?
—No señor, no lo siento en el corazón decirlo porque no lo siento, es la verdad.
—¿No está arrepentido de haber causado tanto daño a tantas familias?
—¿No está arrepentido de haber causado tanto daño a tantas familias?
—Pues hasta ahorita, como se dice entre la gente del barrio, todavía no me cae el veinte. No he sentido eso. —¿Se dio cuenta de lo que iba haciendo cuando secuestraba, cuando cortaba una oreja, cuando mató a alguien?
—Pues sí, porque sé lo que estoy haciendo, pero no capto que es tan malo como verdaderamente lo es; para mí es como
algo normal [...]. Hacia las personas que maté, que mutilé, que secuestré y hacia sus familias no siento ningún remordimiento.
Siento mucho remordimiento por mi familia, por haberla dejado en esta situación, ahí sí soy un cobarde, pero respecto a las demás
cosas, no señor, no me duele.
Las declaraciones vertidas por Arizmendi nos descubren a un sujeto sin escrúpulos, capaz de secuestrar y matar con total tranquilidad. La empatía (esto es, la capacidad de ponerse en el lugar del otro) brilla por su ausencia, por lo menos con respecto a la mayoría de las personas, pues no se puede descartar la posibilidad de que realmente le importe su familia, la gente más cercana de
su entorno. Pero, fuera de su círculo más próximo, no hay lugar para los sentimientos. Se muestra implacable, despiadado, insensible.
algo normal [...]. Hacia las personas que maté, que mutilé, que secuestré y hacia sus familias no siento ningún remordimiento.
Siento mucho remordimiento por mi familia, por haberla dejado en esta situación, ahí sí soy un cobarde, pero respecto a las demás
cosas, no señor, no me duele.
Las declaraciones vertidas por Arizmendi nos descubren a un sujeto sin escrúpulos, capaz de secuestrar y matar con total tranquilidad. La empatía (esto es, la capacidad de ponerse en el lugar del otro) brilla por su ausencia, por lo menos con respecto a la mayoría de las personas, pues no se puede descartar la posibilidad de que realmente le importe su familia, la gente más cercana de
su entorno. Pero, fuera de su círculo más próximo, no hay lugar para los sentimientos. Se muestra implacable, despiadado, insensible.
José Martín Amenabar Beitia
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